Espasmo primaveral

Mis costillas buscan rodillas,
quieren sacudirse, reencontrarse
con los ya olvidados golpes al costado.
El mentón, a veces,
también se une al recuerdo.
Y los labios partidos,
la nariz ensangrentada,
el abdomen prieto,
los brazos contraídos,
la cadera cansada.
Pero todo lo que le doy
a mi cuerpo es resaca
y días muertos.
Ni cogiendo un coche
encuentro el choque,
los quitamiedos me rehuyen,
igual que me atraen
las naves industriales
bajo la lluvia
de cualquier noche sin Luna.

Grito acompañado
y me doy vergüenza,
¿dónde quedó mi tranquilidad?
Ah… Qué jodido es recordar
cada puto bar y no
encontrarte en ninguno.
He dejado de escribir
cuando bebo; el miedo
de ser honesto con tu reflejo.
Nadie sabe cuánto intento vivir
pero todos me ven fracasar
y dejarlo de intentar.
Si mi fuerza fuera de voluntad
alzaría mi cama y la tiraría
por la terraza, con los restos
de aglomerado me haría
una barbacoa y con el móvil
en privado te llamaría
e invitaría. No sería
la primera vez en que ahí
te mirase; tostándote al Sol,
refrescándote con cerveza
y bajando tu rostro triste.

Todo lo que hago
es ocupar mi tiempo.
Ya no busco estar solo
ni períodos de reflexión.
Pero aun así, mis versos
están repletos de condicionales,
si no los estuvieran
estaría actuando y no pensando.
Y ahora que la lluvia para
y la primavera regresa,
¿qué será de mí?

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